Antes de leer esta entrada, les recomendamos repasar la anterior. Muchas de las cosas que contábamos allí son el contexto de lo que viene a continuación.
Tahití está dividido, señores y señoras: Al borde de una guerra civil entre 'tradicionalistas' y 'modernos', y todo por culpa del Tamure.
En nuestro meteórico viaje pudimos apreciar que los bailes que les trajimos en la anterior entrada son hoy día historia. Tahití se ha rendido al Tamure. Oigan, oigan:
Susua
Tamure Puo'o'oro
Decíamos en la anterior entrada que "Tamure" puede traducirse por "diversión". Parece ser que nuestros rudimentarios conocimientos del idioma, adquiridos en el transcurso de 12 arduos minutos de estudio del práctico manual Tahitiano para Tontos, nos traicionaron. Así, efectivamente, aparece traducida la palabra en varios discos, pero parece que la propia palabra delata su carácter foráneo: se trataría de un vocablo no tahitiano que designa un tipo de pez de las islas Tuamotu (penúltima vez que insistimos: ver entrada anterior).
Un estilo 'moderno' que, como pueden comprobar si lo comparan con la música de la entrada anterior, la música de apenas 20 años antes, es una cosa mucho más dulcificada, occidentalizada y descaradamente pop. Cosa que a nuestros legos oídos no impide que suene bien. Hoy les traemos unos grandes éxitos Tamure, que mayormente son canciones tradicionales readaptadas al nuevo sonido, caso del anterior "Susua". Aquí la cara B, con el arrebatador éxito "Mareva Mareva":
Mareva Mareva
Ute Tamure
Como les contábamos, los polinesios inventaron el término 'chauvinista', y para ellos todo lo extraño es tabú y es horror. O así era antes, y así es aún para los mayores. Estos recuerdan la época del 'upa 'upa y los bailes sicalípticos que horrorizaban al occidental. Hoy, las cámaras digitales y los teléfonos móviles de los turistas bailan al son del Tamure.
Los más puristas observan horrorizados este cambio. Esto nos contaba el hombre de la fotografía:
Es un escándalo. Estos jovenzuelos han pervertido nuestra música. Eso que hacen no es música. Ni un Margouillat bailaría eso.
Cuando yo era niño, bailábamos el 'upa 'upa. Los occidentales decían que era un baile prohibido, maligno, sexual. Hoy estos jovenzuelos... ¿qué bailan? ¿Dónde está la provocación? Ni un Tupa se excitaría con ese ritmo. ¿Qué pretenden?
La misma opinión tiene una anciana que encontramos en Bora-Bora:
Recuerdo una vez que bailando le provocamos un infarto al misionero mormón del pueblo. Estos valores se están perdiendo hoy.
En Papeete, un grupo de abuelos es de la misma opinión:
Estos jóvenes acabarán por ser completamente aceptados. Es un escándalo, absoluta pornografía. En mis tiempos sabíamos desmayar a una extranjera.
¿Qué es el Tamure ese? ¿Guitarras melódicas? ¿Ritmo agradable? ¿Dónde está el frenesí del tambor, dónde está el baile lascivo? Esto está yendo demasiado lejos.
Para mí, eso no es música. La música tiene que ser ruido, provocación, desenfreno y éxtasis. El Tamure es solo melodía agradable...
Un problema asociado con el del sonido del Tamure es la estética del nuevo ritmo:
Estos jóvenes llevan flequillos cortados justo sobre los ojos, el pelo por los hombros... En mis tiempos, si a un hombre no le llegaba el pelo por la cintura, no era un hombre.
Y esa manía de no tatuarse... ¿Pretenden provocar a nuestros abuelos?
Y finalmente el alcalde de Takaroa, el atolón que les contábamos, nos dice:
La última fiesta Tamure aquí fue un escándalo, una obscenidad. Decenas de jóvenes reunidos, y nadie se desmayó. Nadie acabó desnudo. Nadie sangró de darle al tambor. Lógicamente, desde entonces ese baile está prohibido en nuestra isla.
Pese a estas críticas, la fiebre del Tamure no parece disminuír. Los turistas quieren más. Los grupos se defienden:
No creo que sea necesario que muera un misionero para hablar de un verdadero evento musical. Claro que a nosotros también nos gustaría que eso pasara. Pero los tiempos están cambiando, y no se puede vivir en el pasado dorado. Nosotros hacemos lo que podemos.
La misma opinión tiene Bimbo, estrella del nuevo estilo:
Entiendo a nuestros padres y abuelos. Conciertos orgiásticos, desenfreno rítmico, bailes sexuales que causan divorcios, peleas a navajazos e infartos... ¿quién no mira esos días con nostalgia? Pero nosotros somos jóvenes y no podemos seguir ese ritmo. Hoy día las cosas son diferentes. Sólo me gustaría que consideraran a lo nuestro música. Es cierto que ya no hay infartos, pero aún hay guitarras.
Ahora es su turno: Compare (por última vez: ver entrada anterior), y díganos qué piensa del Tamure.
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