Siempre habíamos querido visitar la Polinesia en general y Tahití en particular. De hecho, la idea de mudarnos al norte en vez de a Hawaii (la otra posiblidad) nos costó un disgusto del que seguro nos volveremos a acordar en invierno.
Pero todo tiene remedio: Hablamos con los Seres Superiores y les pedimos a Santa Bárbara, San Lázaro, San Judas Tadeo y San Miguel Matamoros (patrones de esta bitácora musical) que nos permitieran un rápido viaje de campo a las islas, para poder documentarnos y traerles a ustedes algunas canciones. Afortunadamente nos oyeron y nos financiaron el viaje. Son santos muy rumbosos.
Fue un viaje relámpago y mentiríamos si pretendiéramos haber aprehendido plenamente la complejidad musical de Tahití en las 4 horas y veinticuatro minutos pasados en las islas, incluyendo el tiempo del viaje —que por suerte fue casi instantáneo, aunque nos dejó cierta resaca—. Definitivamente, aviso a navegantes, 4 horas y media no son suficientes para visitar 1000 islas, salvo que uno sea muy rápido y no haya atascos o algún otro imprevisto.
La Polinesia (muchas islas) es un inmenso triángulo que va aproximadamente desde Hawaii al norte a Nueva Zelanda en el extremo suroeste y Rapa Nui (Pascua) en el sureste. Una jartá de terreno. Por eso cerramos el círculo de nuestra visita sobre la Polinesia francesa, un territorio mucho más asequible de apenas 130 islas y 4,100 kilómetros cuadrados, lo que nos permitía un amplio márgen de unos 1.000 km2 por hora.
Empezamos el viaje, por supuesto, en Tahití, la isla principal, el paraíso del turista adinerado. Este es el lugar en el que a Tootie y a un servidor nos gustaría retirarnos. A ver cómo va el tema de las pensiones para entonces.
Aterrizamos en Papeete, capital y ciudad más grande y poblada de la Polinesia francesa, pero a nosotros nos agobian las aglomeraciones urbanas, y abandonamos de inmediato la megalópolis, auténtica locura urbana con sus 26.000 habitantes y sus 19km2. Nuestro objetivo era el tranquilo distrito campestre de Papara, donde nos recibieron ni más ni menos que así:
Papara
Esto, aunque a ustedes les cueste creerlo, es una canción. Todos los números tahitianos, sean cantados y con guitarras o simples tamboradas, están hechos para bailar. "La mayoría del baile se da al ritmo de los tambores primitivos," dice el folleto turístico que nos dan. Según se lee entre líneas, los tahitianos les enseñaron a los franceses el término "chauvinista":
"Los nativos aborrecen las importaciones y modas extranjeras. Sus tambores se hacen vaciando troncos de árboles nativos. El tambor se llama PAHU, de tallas variadas para dar tonos diferentes, y se golpea con la mano o un palo. Para los sonidos agudos está el TOERE, un pequeño bloque de madera hueco, que se golpea con un palo. Y luego están los pequeños tambores de bambú. Incluso sus únicos instrumentos melódicos, la guitarra y la flauta nasal [estamos traduciendo el folleto e ignoramos qué es una flauta nasal, es más, no tenemos deseo alguno de averiguarlo] deben ser tallados de materiales nativos."
Al menos para los turistas, los músicos tahitianos alternan una tamborada con una canción dulce y melódica —el rápido y constante contraste entre ambas le da mucho atractivo al conjunto—. Por ejemplo aquí nos tocaron:
T'au Here
Sobre los bailes no podemos hablar mucho. Está prohibido. El baile más popular, auténtica fiebre polinesia, es el Tamure (que según el folleto se traduce por "Diversión"). Relacionados con él están el Aparima, Otea, y P'aoa. Mañana les pondremos unos Tamures. Sepan entretanto que creemos entender que todos estos vienen de una danza antigua de percusión llamada 'upa 'upa, que ya se menciona en las primeras narraciones de descubridores europeos como "un baile totalmente indecente". Lo que vendría a ser la lambada o la cumbia de la época.
En todas partes cuecen puristas, especialmente en varios pueblos caníbales del Amazonas, pero en Tahití no se quedan cortos: por supuesto hay quien dice que el Tamure es una cosa comercial y perversa, que eso no es música tradicional, con sus guitarritas y demás instrumentos europeizantes; y que lo único válido es el 'upa 'upa y demás bailes de percusión. Nosotros no lo ponemos en duda, lo mismo dijimos cuando salieron los Beatles esos ("bah, esos jovenzuelos... donde esté un Sinatra...") o mismamente con el tal Elvis, que ya decíamos nosotros que jamás llegaría a lo que llegó Enrico Caruso.
En todo caso, el baile es una cosa sicalíptica, sibilina y sinuosa que nosotros no podemos ponerles aquí por simple decencia.
Si necesitan ustedes emociones fuertes, simplemente traten de imaginar cómo puede una señora, o un señor si gustan, contonearse mientras suena esto:
De Gaulle
Nuestro folleto nos incluye una bonita anécdota de uno de estos degenerados bailes:
"Los tahitianos tienen un festival anual donde celebran todo tipo de concursos. La chica que bailó para nosotros mientras grabábamos estos números de tambores y de canción era la lideresa del grupo de su pueblo. Tras varias competiciones repetidas, su grupo no podía romper el empate entre su pueblo y el de Papeete. Los jueces no querían declarar un empate, querían un ganador. Llamaron a las dos chicas y les pidieron que se acercaran al stand de los jueces. A cada una se le preguntó en privado qué llevaba debajo de su falda de hierba. La de Papeete, unos panties; nuestra chica de Bora Bora, ¡nada! ¡Ganadora, Bora Bora! ¡Unos panties no son propios de una nativa de Tahití!"
Efectivamente, esta bella semblanza conjura multitud de imágenes e interrogantes, no todos pronunciables en público. Supongamos simplemente que a los jueces les bastó con la palabra de las participantes.
Bora Bora es precisamente la isla más famosa por sus percusionistas. Sus grupos de tambores ganan casi todos los concursos de estas modalidades.
Allí se grabó el anterior número musical, "De Gaulle". El número, claro, celebraba la visita del presidente francés, en 1966. Según los vídeos de época (miren el enlace al final de esta entrada) De Gaulle fue recibido con honores, los tradicionales bailes, collares de flores al cuello, un poco como nos recibieron a nosotros.
Pero no todo fue tan bonito en la visita del mandamás francés. Así lo prueba el siguiente y último número de hoy, la maravillosa canción cantada "Takaroa".
¿Qué es Takaroa? Es un atolón de coral sito en el maravilloso archipiélago Tuamotu, última etapa de nuestro viaje por la Polinesia —y ya casi con el tiempo encima, 25 minutos con 49 segundos nos quedaban—. Las Tuamotu son unas 78 islas y atolones de coral agrupadas en sub-archipélagos como "el grupo Acteón", "Islas del Rey Jorge", "Islas del Duque de Gloucester", y nuestro grupo favorito, las "Îles du Désappointement" o 'Islas de la Decepción', llamadas así porque no son sino atolones de coral difíciles para la vida occidental y el desarrollo de esas bonitas actividades coloniales francesas e inglesas como colonias penales, minas, plantaciones...
Las "Islas de la Decepción" comprenden 3 islas, todas ellas pobladas casi exclusivamente por indígenas, que son:
Tepoto (54 habitantes).
Napuka (257 habitantes).
Puka-Puka (197 habitantes).
Otros maravillosos lugares del archipiélago de las Tuamotu son
Tikehau, Manihi, Fangataufa, Mururoa, Matureivavao, Tenararo, Tenarunga, Vahanga, Anuanuraro, Anuanurunga, Hereheretue, Nukutepipi, Ahe, Manihi, Takapoto, Tikei, Haraiki, Tuanake, Hiti, Taenga, Nihiru, Apataki, Aratika, Arutua, Fakarava, Kaukura, Mataiva, Rangiroa...
Y entre todos estos bellos nombres, Takaroa.
En Takaroa tenía previsto De Gaulle hacer un ensayo nuclear, razón por la que fue a Tahití a entrevistarse, en 1966, con el gobierno de la isla. No es que necesitara el permiso, pero De Gaulle era muy amigo de las formalidades. Entró al palacio del gobierno de la Polinesia francesa y dijo:
-"Bon soir, mireusté, yo venía porque quisiera hacer un ensayo nuclear en algunas de sus islas, tan bonitas, tan vacías, casi casi pidiendo un bombazo..."
-"Ni hablar del peluquín, nuestras islas son paraísos naturales"
-"Ya, pero es que yo soy Charles De Gaulle"
-"¡Hombre, haberlo dicho antes! ¿Cuántas islas necesita usted?"
Pero hete aquí que los ecologistas radicales y presuntamente terroristas del grupo "Otro Tahití es Posible" se enteraron de la noticia y fueron a esperar a De Gaulle al aeropuerto, donde lo rodearon en un círculo de furiosas bailarinas con la cintura desatada y pidiendo sangre, tamborileros violentos e instrumentistas armados hasta las uñas con guitarras, y le cantaron esta canción en favor del atolón:
Takaroa
Dicen las leyendas que De Gaulle, que era un hombre de corazón, dejó caer unas lágrimas mientras sonaba la canción compuesta en honor de aquél islote. Y entonces se enjugó el rostro y, visiblemente emocionado, dijo:
"Hermanos de Tahití, he entendido vuestro mensaje. ¡Vosotros ganáis! No se celebrarán pruebas nucleares en Takaroa!"
De inmediato se levantó un ensordecedor clamor de pahus, toeres, hurras, vítores, bravos, flores, tamures, "¡Ve!" y faldas de bambú al aire (De Gaulle evitó mirar, no deseando saber si aquellas mujeres eran proocidentales o tradicionalistas). El General fue despedido como un hermano del pueblo polinesio.
Y efectivamente, mantuvo su palabra: no se realizaron pruebas nucleares en el atolón de Takaroa. Se realizaron en el atolón de Fantagaufa.
Y con esto nos volvimos a casa. Fue un poco difícil decirle adiós a esta simpática joven:
Pero añorábamos los centros comerciales, el tráfico, los grandes parkings, los edificios de ladrillo, las torres de cristal de 50 pisos, el agua turbia del río, en definitiva, ¡el PROGRESO! ¡la civilización!
Eso, y que Santa Bárbara nos recordó que teníamos a la gata sola en casa.
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Unos vídeos interesantes:
http://www.britishpathe.com/results.php?search=Tahiti
Para los nostálgicos, esta música ha sido editada en CD:
http://www.cordinternational.com/tahiti_dances.htm
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